Escrito por Elena
Para situar un poco las cosas daré algunos datos previos: precisamente en 1989 se reconoce oficialmente la Agricultura Ecológica (A.E.) en España y el Ministerio de Agricultura pone en marcha, siguiendo las directrices legales de la Unión Europea, la normativa que regirá la certificación y el control de fincas y producciones ecológicas y las normas para la comercialización de los productos amparados bajo el aval oficial.
Para llevar a cabo estas tareas se crea el Consejo Regulador de la Agricultura Ecológica (CRAE).
A partir de ese momento, los veedores (inspectores) del CRAE comienzan a realizar los pertinentes controles a las fincas que estaban funcionando como ecológicas y otorgando los primeros avales ecológicos oficiales.
En Asturias, en ese año, se dieron de alta las tres fincas que venían produciendo en ecológico, una de ellas la mía, que llevaba apenas unos meses de funcionamiento.
Eran momentos de mucha ilusión y esperanzas en el futuro, después de años de ser casi perseguidos y despreciados dentro del mundo de la producción y la investigación agrarias.
Por desgracia, yo no tengo precisamente buenas impresiones sobre cómo derivaron las cosas, e incluso pienso que, con el reconocimiento oficial, llegó el principio del fin de una esperanza puesta en la consecución de una forma de conciencia ecológica, de autonomía alimentaria y de justicia social agraria.